Congresista republicano George Santos arrestado e imputado con 13 cargos

Congresista republicano George Santos arrestado e imputado con 13 cargos
El republicano George Santos, representante del distrito 3 del estado de Nueva York. Foto: EFE/EPA/WILL OLIVER

El congresista republicano por Nueva York, George Santos, famoso por la maraña de falsedades que urdió para ser elegido, fue arrestado en Long Island e imputado por 13 cargos, según informó el Departamento de Justicia. Los cargos tienen que ver con delitos de fraude (7), lavado de dinero (3), robo de fondos públicos y falso testimonio (2), según el documento oficial, que va detallando cada uno de los delitos.

El Departamento recuerda que Santos es inocente hasta que se demuestre lo contrario, pero si eso sucede «se enfrenta a una pena máxima de 20 años de cárcel por los cargos más graves».

Santos tenía programado comparecer el miércoles ante la juez federal Arlene R. Lindsay, en el distrito de Central Islip, en el condado de Suffolk (representante del Distrito 3 del estado de Nueva York) por el que él había sido elegido en las elecciones de 2022 por el Partido Republicano, que todavía no lo ha desautorizado en Washington pese a la acumulación de pruebas contra él.

El Departamento de Justicia considera que es sospechoso de «malversar donaciones de sus simpatizantes, obtener de forma fraudulenta subsidios de desempleo y mentir a la Cámara de Representantes».

El fiscal federal Breon Peace, del Distrito Este de Nueva York, señaló que con este movimiento pretende «erradicar agresivamente la corrupción y el autoengaño de las instituciones públicas, así como hacer que los funcionarios públicos rindan cuentas ante las circunscripciones que los eligieron».

Peace aludió a la «persistente deshonestidad (de Santos) y engaño para ascender por los pasillos del Congreso y enriquecerse: usó las donaciones políticas para llenarse los bolsillos», dijo de forma gráfica, antes de recordar que también se benefició de fondos de desempleo «que debieron ir a los neoyorquinos que perdieron sus empleos en la pandemia».

Fue el diario New York Times el primero que desveló, poco después de la elección de Santos el año pasado, toda la red de falsedades que adornaban su falso curriculum, relativas a su familia, su religión, sus estudios o sus aficiones, y el propio Santos llegó a admitir que había «embellecido» algunos de esos detalles.

Pero el escrutinio al que lo sometieron los medios a partir de entonces reveló conductas más directamente delictivas relacionadas con el uso del dinero, y si bien la sección local del Partido Republicano tomó distancias con Santos de manera solemne, en Washington el partido ha sido mucho menos estricto y no le ha impedido seguir en el escaño.

El Partido Republicano tiene una ajustada mayoría en la Cámara de Representantes de 222 escaños (frente a los 213 demócratas), y no puede desprenderse fácilmente de ninguno de sus asientos, lo que tal vez explique la tolerancia mostrada en Washington con Santos, aunque los hechos actuales podrían obligarle a revisar su postura.

 

La mentira su modo de vida

 

¿Quién es George Santos? Esa es la pregunta que muchos estadounidenses se hacen desde hace meses, cuando el infinito castillo de mentiras que el congresista republicano había construido durante años y que le permitió llegar a la Cámara de Representantes comenzó a desmoronarse.

Las falsedades del político de origen brasileño le han llevado finalmente ante la Justicia, acusado de trece cargos de fraude, lavado de dinero, robo de fondos públicos y falso testimonio por los que se enfrenta a hasta veinte años de cárcel.

Santos llegó a Washington presentándose como el ejemplo perfecto del «sueño americano»: un humilde hijo de inmigrantes que fue capaz de alcanzar una exitosa carrera en Wall Street y luego saltar a la política. Además, sería el primer republicano abiertamente gay elegido al Congreso.

El problema es que la mayor parte de su biografía resultó ser falsa, según ha ido sabiéndose en los meses posteriores a su inesperado triunfo electoral en las legislativas del año pasado.

En diciembre, un mes después de los comicios, The New York Times publicó una demoledora investigación en la que se ponía en duda prácticamente todo su currículum.

Ni había trabajado para los bancos Citigroup ni Goldman Sachs, como él aseguraba; ni había rastro de su paso por la Universidad ni de su supuesto negocio inmobiliario; ni tan siquiera de que la ONG de rescate de animales que decía haber fundado fuese realmente un grupo benéfico.

«Mis pecados aquí están embelleciendo mi currículum. Lo siento», se justificó Santos tras salir a la luz aquellas falsedades y admitir que, efectivamente, no se había cursado estudios superiores ni había sido empleado de esas importantes entidades financieras.

Pero en cuanto los medios comenzaron a indagar, rápidamente se supo que las mentiras del legislador de 34 años -elegido en un distrito de Long Island, al este de la Nueva York- iban mucho más allá y que, además, podían estar tapando algunos delitos.

Entre otras cosas, se conoció que años atrás había sido acusado de fraude en Brasil, un delito que supuestamente confesó, pero por el que no fue castigado al no poder ser localizado por la Justicia del país.

También se dispararon las dudas sobre cómo había podido pasar de ser una persona denunciada por impagos de renta en 2015 y 2017 a convertirse para 2021 en supuesto propietario de varios inmuebles, a pesar de haber declarado entre medias modestos salarios y no haber dado cuenta a las autoridades de ninguno de ellos.

En 2019 Santos lanzó una primera campaña fallida para el Congreso presentándose como un gran seguidor de Donald Trump y en ese año y el siguiente pasó por varios negocios fracasados, incluida una firma de inversión que fue acusada pro las autoridades de orquestar una estafa piramidal.

Para cuando llegaron los preparativos para las siguientes elecciones, Santos aparentemente tenía dinero de sobra para prestar a su campaña importantes cantidades de dinero y dar cuenta de grandes ingresos procedentes de su empresa, la Devolder Organization, una firma de la que apenas hay rastro público y de la que se desconocen clientes.

Durante la campaña, además, dejó comportamientos cuando menos sospechosos en lo financiero, por ejemplo, anotando entre sus gastos electorales hasta 37 cargos de exactamente la misma cantidad, 199,99 dólares, por todo tipo de servicios, desde material para oficina a hoteles y viajes en Uber.

El monto es, precisamente, un centavo menos del que obliga a los candidatos a presentar recibos al órgano que supervisa las elecciones.

Las falsedades de Santos, sin embargo, nunca se limitaron a lo profesional, pues en entrevistas y otras apariciones fue dejando toda una retahíla de declaraciones que se han ido demostrando como totalmente fabricadas.

Mentiras aparentemente inocentes, como cuando dio numerosos detalles sobre sus éxitos en el equipo de voleibol de una Universidad a la que luego se supo que ni siquiera asistió, o cuando aseguró repetidamente que su madre se encontraba trabajando en las Torres Gemelas durante los ataques del 11S, cuando en realidad en aquellos años estaba viviendo en Brasil.

Pero también otras con más motivaciones, como el hecho de que mintiese diciendo ser descendiente de judíos que habían escapado del Holocausto precisamente cuando buscaba la elección en un distrito con una importante comunidad de ese origen.