
En el corazón del Lower East Side, la cultura salió a la calle a finales de mayo con una explosión de música, arte, historia y comunidad. La 38ª edición del Festival Loisaida convirtió la Avenida C —desde la calle 5 hasta la 12— en un carnaval de seis cuadras, lleno de vida, color y, sobre todo, orgullo puertorriqueño.
“Estar aquí representando a mi comunidad es un orgullo increíble”, expresó emocionado el actor Ramón Rodríguez, homenajeado este año por su trayectoria y por representar con dignidad las raíces de Loisaida en la pantalla grande. “Recibir este reconocimiento, este cariño de mi gente… es algo muy especial.”
Rodríguez, conocido por su trabajo en series como Iron Fist, The Wire y Will Trent, creció entre Puerto Rico y Nueva York. Dedicó el homenaje a las mujeres que lo formaron:
“Si tengo que dedicar este reconocimiento a alguien, sería a mi mamá y a mi abuela. Ellas me dieron las herramientas para estar donde estoy hoy.”

El homenaje formó parte de la ceremonia tribal, un momento espiritual que abrió el festival reconociendo a figuras clave de la comunidad. Allí, Rodríguez reflexionó sobre el impacto que tiene representar positivamente al barrio:
“Es hermoso ver cómo la comunidad te abraza y reconoce lo que haces. Esto me llena de amor y compromiso.”
El nombre Loisaida —una pronunciación “boricua” del Lower East Side— es más que una palabra. Es una declaración de identidad y resistencia frente a la gentrificación. El festival, organizado por Loisaida Inc., honra las raíces puertorriqueñas, latinas y afrocaribeñas del vecindario a través del arte, la música y la tradición oral.

Durante todo el día, los sonidos caribeños inundaron las calles: plena, bomba, reguetón alternativo, salsa y poesía urbana. En cada esquina se sentía el pulso del barrio. En los callejones, los panderos retumbaban al ritmo de plenas improvisadas.

“Lo festivo se ha convertido en un punto de reencuentro para familias que vienen de otros estados o países”, explicó Alejandro Epifanio Torres Solís, director de Loisaida Inc.
En medio del bullicio, los abrazos entre vecinos, los niños bailando, y los ancianos cantando, daban testimonio de un espíritu que no se rinde. Isaias Echevarría, residente del barrio por más de 30 años, lo vivió con alegría:
“Los niños gozaron, hubo buena música y todo salió muy bien.”

Para Giraldo Luis Álvarez, presentador del evento y activista comunitario, el festival representa mucho más que una celebración:
“Esto es cultura, legado y comunidad. Es la continuidad del trabajo de nuestros antepasados y de quienes construyeron este barrio.”
En Loisaida, la identidad también se cocina. El aire estaba impregnado de aromas conocidos: mofongo recién hecho, pernil jugoso, empanadas humeantes y bacalaítos crujientes, todo acompañado por jugos de parcha, limonada de coco y dulces caseros.

Jenny Vargas, visitante del Bronx, asiste todos los años:
“Me encanta venir. Mi hermano vive aquí y ya es una tradición para mí.”
Nilda Navarro, otra visitante, resumió el ambiente con una sonrisa:
“Estoy muy contenta. Aunque el clima no ayudó al principio, ya se arregló y la estamos pasando muy bien.”
El festival también ofreció actividades pensadas para los más pequeños. El colectivo Artisferio presentó una obra participativa donde los niños cantaron, actuaron y aprendieron en un espacio diseñado especialmente para ellos.

Además, colectivos como Artifserio —que fusionan arte, justicia social y sanación comunitaria— ofrecieron experiencias inmersivas para toda la familia. Su productora, Lucía Carrasquillo, también parte de la producción del festival, destacó:
“Creamos espacios donde el arte conecta con las memorias del barrio y con el cuerpo. Aquí los niños, los abuelos y los artistas dialogan entre sí. Loisaida es un laboratorio de amor y resistencia.”

Además del evento anual, Loisaida Inc. trabaja todo el año en programas de justicia ambiental, formación tecnológica, arte comunitario, apoyo a adultos mayores y más.
“El festival es la culminación de un trabajo constante con y para la comunidad”, explicó Epifanio. “Es una oportunidad para celebrar lo que somos y seguir construyendo.”
En medio del avance de la gentrificación, el Festival Loisaida reafirma una verdad poderosa: la cultura no se borra. Para quienes crecieron o aún viven en el barrio, Loisaida no es solo un lugar: es una herencia viva.
Como concluyó Ramón Rodríguez ante el público:
“Este espíritu es fuerte y resiliente. Pase lo que pase, la comunidad siempre sale adelante.”
Y, bajo un cielo despejado, con ritmos caribeños resonando en las aceras y abrazos entre vecinos, el corazón del Lower East Side volvió a latir con fuerza.
Loisaida vive.